domingo, 6 de septiembre de 2015

Pregón Alaejos 2015

      Me ha pedido mucha gente copia del pregón de este año. La mejor forma que tengo de dejarlo al alcance de todos es colgarlo en internet, y aunque no tiene mucho que ver con las actividades del Club Ciclista (algo sí en cuanto que se le hace homenaje por su 20 aniversario) es una forma óptima para hacerlo visible.


Sr. Alcalde, concejales, Sr. Juez de paz, alcaldes y representantes de localidades vecinas, autoridades, reinas de las fiestas,  ciudadanos y ciudadanas de Alaejos y todos los que nos visitáis.

Cuando el Sr. Alcalde me plantea la posibilidad de ser el pregonero de  nuestras fiestas (vaya mi agradecimiento por delante), lo primero que me surge es orgullo, y por qué no decirlo, incluso un poco de vanidad. Cuando la emoción se enfría llega la sensación de responsabilidad y me surge la pregunta: ¿qué cuento yo en el pregón si ya está todo dicho?
Tal vez sea un buen momento para hablar de nuestro patrimonio, de nuestras magníficas iglesias con su no menos magníficas torres, no obstante,…..no soy ningún erudito del arte, mejor descartarlo. ¿Y si hablo de nuestra historia? Ahora que se está redescubriendo nuestro castillo sería un buen momento para indagar sobre la época de esplendor de esa fortaleza medieval, sobre los nobles que la ocuparon o incluso acerca de su destrucción, pero,….no soy historiador, tal vez lo más inteligente sea eludirlo. Recuerdo pregones anteriores que incorporaban elementos divertidos, anécdotas locales que han pasado de generación en generación hasta nuestros días, y francamente, iniciando unas fiestas como el momento en que nos encontramos, me parece acertado, pero,……no soy gracioso, y no hay nada más patético que una persona poco ingeniosa como yo intente hacer reír. Retirado. Otros pregoneros elaboraban poemas, cantando la verticalidad de nuestras torres en la horizontalidad de nuestro paisaje, o el color oro de las espigas ante la cosecha, o poemas llenos de sentimiento dedicados a nuestra patrona la Virgen de la Casita….si yo no soy poeta, mejor no meterme en camisas de once varas. Y qué soy?
La idea me surge cuando veo mi nombre en el programa de fiestas, “pregón a cargo de César Salamanqués, hijo del pueblo” eso soy, hijo del pueblo, en concreto de Ilia y de César “el pajarista”, nieto de Antonio Santana y de la Sra. Leonarda, la que vivía al otro lado de la carretera. Soy de los últimos nacidos en Alaejos, quizá ahí es donde mejor me puedo desenvolver, si hablo de sentimientos hacia mi pueblo es tal vez donde puedo encontrar cierta habilidad.
       Decía el poeta konstantinos kavafis “cuando emprendas el viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias,…….pero ten siempre a Ítaca en tu mente, llegar allí es tu destino” Como saben Ulises en su regreso de Troya hacia su pequeña isla, donde le espera su mujer, Penélope, vive múltiples aventuras, incluso le llegan a ofrecer la inmortalidad si renuncia al regreso a su patria, sin embargo él insiste y aunque con diez años de retraso por fin llega a su destino, a su lugar natal, a Ítaca. Esta es mi Ítaca, queridos paisanos, este es mi lugar de referencia, este es el sitio donde sé que están los míos, donde está lo mío. Lo es esta hermosísima plaza Mayor en la que pierdo la noción del tiempo cualquier mañana soleada intentando desentrañar los secretos de San Pedro a través de la lectura de sus ladrillos, contemplando los balcones de la torre o incluso el inquieto y asustado vuelo de las palomas coincidiendo con el primer movimiento del badajo, donde observo cómo las casas sobre sus columnas parecen competir por encontrar su hueco en este ágora castellana. Encuentro mi Ítaca en el paseo sin rumbo por cada una de las calles de este pueblo. Mi referencia es nuestro campo, nuestro ondulado paisaje mesetario, serio, severo, grandioso, con amplios horizontes, este mar convertido en tierra, que decía Azorín. Mi referencia es nuestra gente. Gente noble, austera, comprometida, de pocas palabras pero claras, gente trabajadora, recia,  forjada por un clima igual de recio,  curtida por nuestro viento, gente sencilla, apegada a su tierra,  hospitalaria…
       Pobre de aquel que no tenga su Ítaca en el corazón, en su recuerdo. Somos depositarios de una tradición que nos han legado antepasados, a ellos les debemos lo que somos y cómo somos, no tanto a los que pasaron a la posteridad por algún hecho relevante, buena parte perteneciente al clero, el obispo Juan Fernández Vadillo, Fray Lucas de Alaejos y fray Miguel de Alaejos primer y quinto priores de El Escorial, Bernardo Recio, jesuita que narró la evangelización de Quito. O los seglares, Antonio Hernández Morejón, médico e investigador o el superintendente de Puerto Rico y de Cuba, Alejandro Ramírez Blanco.
 Mi Ítaca, no obstante, no es la de los personajes ilustres que hacen conocido a nuestro pueblo lejos de aquí, prefiero el Alaejos forjado con el movimiento de la hoz y la hendidura del arado, prefiero el recuerdo de las ovejas desfilando ante la puerta de casa y el del humilde pastor que después de soportar una tras otra eternas jornadas al sol, insiste en su soledad extrayendo la leche a cada una de sus ovejas. El herrero que generación tras generación moldea la reja golpeando el hierro candente; mi remembranza es también para  aquel pueblo rodeado de huertas y para aquellas hortelanas cuyo trabajo no sólo consistía en cultivar sus tomates, patatas o calabacines, a esa tarea se sumaba la de recorrer cada mañana las calles deteniéndose en la puerta de las vecinas y diciendo algo así como “¿Ilia, quieres algo? Hoy no, Mari” tal  vez el siguiente día hubiera más suerte y pudiera cambiar su hortaliza por alguna moneda que llevarse a casa.   
Mi  Alaejos es llano, el que se ve a pie de calle, el de las personas sencillas, el de los nombres propios que no alcanzaron la fama pero que estoy seguro que muchos de ustedes identificarán sacándolos del anonimato: el de aquel pregonero que se apostaba en la esquina avisando de la mercancía que traía el vendedor de turno, el del ermitaño que cada tarde recorría el camino de la ermita sin importarle las inclemencias del tiempo, que siempre recibía con su mejor sonrisa al caminante cuando a visitar a nuestra Virgen se acercaba, en mi recuerdo están también aquellas señoras que, a pesar de su edad, cada domingo acudían con su humilde puesto de golosinas a esta plaza a soportar con infinita paciencia la indecisión de los más pequeños; o los últimos alfareros, que cerraron el ciclo de un oficio floreciente en otros tiempos en que había que traer el agua del Caño en cántaros y beber por botijo o aquel conductor del coche de línea con su fiel escudero que día tras día, viaje tras viaje le da siempre la misma salida: “Avelino, vámonos”, ambos, inseparables pasan la vida cruzando el teso de las dos leguas camino de la capital, o el de aquellos sacristanes polifacéticos que lo mismo tocaban el piano que salían cada Semana Santa a “captar” costaleros que portaran las imágenes,…. El recuerdo de todas estas personas junto con otros miles de anónimos constituye el nexo que nos une como comunidad.
       No debemos olvidar que también tenemos una responsabilidad, somos los garantes de que los que vengan detrás sigan teniendo, como nosotros asumimos ahora, su lugar de referencia, su Ítaca. Me gustaría que nuestros nietos recordaran que  en la torre de Sta. María hubo un agujero causado por el impacto de un rayo, que afortunadamente se tapó a tiempo y la torre no cayó. Que la riquísima decoración de las cúpulas estuvo  a punto de ser deglutida por la carcoma o que a principios del siglo XXI las iglesias se resquebrajaban por las innumerables grietas. Me gustaría que alguien les contara que durante varios siglos el castillo de Alaejos no era otra cosa que un montículo de tierra donde venían a pelearse los chiquillos. Celebraría que los futuros vecinos conocieran las casas antiguas del pueblo, porque en algún momento la gente se sintió orgullosa de lo antiguo y se dedicó a restaurar lo existente en vez de destruirlo u ocultarlo como si fuera algo vergonzoso precisamente por viejo.  Me complacería sobremanera que los hijos de nuestros hijos se sintieran igual de orgullosos que yo de nuestro campo,   y que un pino, un almendro, o un chopo se salvaran de la voraz motosierra para enriquecer el paisaje de los venideros, y por supuesto que pudieran seguir disfrutando al contemplar la veloz carrera de las liebres, el nervioso aleteo de las perdices o la altivez de las avutardas oteando desde el horizonte. Que a través de todos los pozos de pastor o los lavajos, diseminados por nuestro término, pudieran conocer nuestra historia y la vida cotidiana de los ganaderos de otra época. Me gustaría, en resumen, que trabajáramos todos por una comunidad en la que la palabra “privado” no sea sinónimo de derecho a destruir y que nos sintamos miembros de esta colectividad de la que nos servimos para aquello que nos interesa, que devolvamos parte de lo que de ella recibimos,…
Somos responsables de traspasar a nuestros descendientes todas nuestras costumbres y tradiciones: esos jueves de compadres y de comadres, la celebración de las Candelas, San Antón, las meriendas de San Isidro, las Águedas, la hoguera de los quintos, El mayo, la Mariseca,…. ,
¿Y por qué no? Es nuestro el compromiso el dar continuidad a nuestra peculiar forma de hablar, de la que también debemos sentirnos orgullosos,  rica por la influencia de las tres provincias que nos rodean, que los que vengan detrás sepan que un engarañao es una persona con poca habilidad y tirarse como gato a bofes es hacer algo con ansia…. en definitiva, que los que vengan después sigan teniendo pueblo porque nosotros trabajamos para que así sea, que se frene la despoblación que es lo primero que amenaza precisamente esta continuidad.
Está bien esto de tener recuerdos o expresar deseos, pero ¿cuál es la finalidad de un pregón de fiestas? Evidentemente decir lo que estos días sucederá en esta población, que romperá la monotonía del día a día:
Vamos a tener de todo, empezando por este primer acto de proclamación de estas bellísimas representantes de la juventud alaejana, Lucía, Virginia y Aurora, son vuestras fiestas, son vuestros días, sois las caras de Alaejos. Tenéis por delante varios días en el que os hago una petición, disfrutad y sed felices…
 Tenemos deporte: calva, frontenis, pádel, fútbol, atletismo, ciclismo,…permítanme que me detenga en la palabra ciclismo. Como integrante del Club ciclista de Alaejos no dejo pasar la oportunidad que este micrófono me brinda ante tan nutrido auditorio y aprovecho para rendir el homenaje merecido a ese club, que lleva dinamizando la vida social, deportiva y cultural de este pueblo desde hace veinte años, el club que ha conseguido pasear el nombre de Alaejos por nuestra geografía nacional, con ciclistas en todas las categorías, y con grandes resultados en las pruebas en las que compiten, (lo último resaltable las medallas de nuestras dos féminas en los últimos campeonatos de España). Hace unos días celebrábamos nuestro vigésimo aniversario y por eso consiéntanme la licencia de solicitar que le agradezcamos este esfuerzo mediante un fuerte aplauso.
Tenemos días para todos, para niños y para no tan niños, tenemos teatro, paella, verbenas, desfiles, fuegos,...
Tenemos toros, esencia de la fiesta castellana, encierros, corridas, caballos…
Destaco cuatro actividades muy nuestras, de las de toda la vida, entrañables: las dianas, ese madrugador sonido que esperas con anhelo en la plaza cuando eres joven y que cuando peinas canas te saca la primera sonrisa del día al despertar; el cambio de vara del mayordomo de la cofradía de pastores, algo quizá no lo suficientemente valorado, hablamos de la cofradía más antigua de Alaejos, ese cambio de vara viene celebrándose desde 1712. Por su antigüedad y por constituir el último vestigio de la unidad de uno de los gremios más importantes, el de los pastores, merece mayor atención; también en la ermita,…. ceremonia religiosa y posterior romería, con los incansables bailarines y ese momento por el que todos los alaejanos pasamos, la subida a las andas de nuestra virgen, para que ésta nos proteja y nos proporcione suerte en la vida. Por último, las carretillas, ¿quién de nosotros no recuerda la iniciática aventura de pasar bajo el fuego en movimiento cobijados bajo la cortina “prestada” por algún vecino?
Nuestras fiestas constituyen una fuente inagotable de recuerdos: el interminable anhelo de la llegada de estos cuatro días mágicos, o algún brazo roto causado por los columpios improvisados con las vigas de los tablados, los toros escapados por el campo, las cadenetas de jóvenes cantando desde la plaza a la casa de Bernabé, o incluso las magdalenas que mi madre nos llevaba para los madrugadores encierros del día de la Casita.
También es posible que cada uno las vea de forma distinta, para los jóvenes significan peña y amigos, música y bebida, desinhibición. Para los no tan jóvenes estos días equivalen a reencuentro, a sentido de origen y pertenencia, unión y amistad y a mi juicio la más importante, alegría. Os invito a todos, (incluso me atrevo a exigiros) que estos días entréis en la esencia de la palabra alegría, que os riáis, que entendáis que la risa es la mejor terapia ante los males del cuerpo y de la mente, en definitiva, que defendáis la alegría como hizo Benedetti en las estrofas que utilizo para acabar mi pregón:
 
Defender la alegría como una trinchera 
defenderla del escándalo y la rutina 
de la miseria y los miserables 
de las ausencias transitorias 
y las definitivas

defender la alegría como una bandera, 
defenderla del rayo y la melancolía 
de los ingenuos y de los canallas 
de la retórica y los paros cardiacos 
de las endemias y las academias

defender la alegría de la obligación de estar alegres
defenderla del óxido y la roña 
de la famosa pátina del tiempo 
del relente y del oportunismo 
de los proxenetas de la risa

Alaejanos, defendamos la alegría para que  inunde cada rincón de este pueblo a lo largo de estos días de fiesta que tenemos por delante. Muchas gracias.
VIVA ALAEJOS!
VIVA LA VIRGEN DE LA CASITA!


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